Amaral es todo un personaje. Aunque su nombre de pila es Carlos Salazar, todo el mundo, lo conoce con ese seudónimo. Sus amigos le endosaron ese sobrenombre por sus dotes futbolísticos, parecidas al astro brasilero João Justino Amaral dos Santos, figura de su selección en los años 70 y 80.
Aunque tuvo pinceladas de buen futbolista, Amaral, es un apasionado por la cultura. De hecho, por sus venas no solamente corre sangre, sino letras, literatura, teatro, guiones, cultura y afines.
Su infancia fue una de las mejores que un niño pueda tener. Nacido en un hogar de clase media, se dio algunos gustos como estudiar en ese entonces en el “High school San Francisco”, como lo dice con sentimiento de orgullo. Es aquí donde, siendo seleccionado de fútbol de la institución, lo bautizaron con lo que hoy es parte de su identidad.
Amaral es el segundo de cinco hermanos de la familia Salazar-Alvarado. Su padre, Carlos Raúl, fue un referente de la dirigencia deportiva tanto en la Liga San Miguel como en el club Flamengo Barcelona, dos instituciones de las que fue fundador.
Fue aquí donde empezó a formarse como persona. Desde ese entonces y hasta la actualidad, el deporte, es y será la mejor herramienta para formar a las personas.
Aunque jugó poco, siempre fue un apasionado por los libros y la lectura. Sin exagerar, al momento tiene una biblioteca que ronda con alrededor de 2000 libros.
“El teatro es poesía que se sale del libro para hacerse humana”. La frase de Federico García Lorca, se mantiene vigente y es lo que ha marcado la vida del gestor cultural a través de los años.
Antonio González fue su inspiración, fue la persona que dejó la semilla del teatro en Ibarra. “Comenzamos con el teatro en el colegio, pero la mayoría de nosotros nos fuimos a estudiar a Quito.
Ensayábamos allá y los fines de semana veníamos a presentarnos a las peñas que en ese entonces se realizaban en los barrios”, recuerda con nostalgia. Eran los años 70 y 80 y se vivía de lo mejor en el país. Ese ambiente de plenitud y de libertad fueron fundamentales para consolidar lo que en ese entonces era algo extraño.
El teatro.
Con el pasar del tiempo, las obras de teatro se volvieron populares y les permitió recorrer el país con el grupo Huasicamas (significa cuidadores de la casa).
De hecho, la agrupación ibarreña ganó dos concursos nacionales en Quito, una de ellas fue ante Carlos Michelena, ‘El Miche’, otro de los referentes de las artes escénicas en el país.