Los recientes apagones en Ecuador, tras 13 años sin interrupciones de energía, reflejan una crisis estructural en el sector eléctrico. Aunque la severa sequía en la zona de Paute ha afectado a las principales hidroeléctricas, el problema va más allá del clima. La incapacidad del parque termoeléctrico para suplir la demanda, junto con los retrasos en la construcción de nuevas plantas, como Villonaco III y El Aromo, agrava la situación. Además, la suspensión de un fideicomiso por parte de la Corte Constitucional frena inversiones cruciales por USD 1.200 millones, lo que limita la capacidad de respuesta.
La dependencia de las importaciones de energía, que en esta ocasión no pudo contar con el suministro de Colombia por su propia crisis, revela la fragilidad del sistema. La creciente demanda de electricidad en el país, que ha alcanzado niveles sin precedentes, plantea la necesidad urgente de reformar y modernizar este sector y evitar futuros colapsos.
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