El 17 de julio de 1823, en los campos de la Ciudad Blanca de Ibarra, se escribió con sangre y valor una página gloriosa de la historia patria. La victoria del general Antonio José de Sucre sobre las fuerzas realistas de Agualongo no fue solo un triunfo militar; fue el momento decisivo que selló para siempre el destino como pueblo libre.
Cada ibarreño debe sentir orgullo al caminar por las calles donde resonaron los ecos de la libertad. Esta batalla representa el sacrificio de quienes soñaron con una patria independiente y lucharon por ella con heroísmo inquebrantable. Hoy, más que nunca, se debe honrar ese legado. La historia no es solo el pasado; es el cimiento de una identidad, la raíz de los valores olvidados en las aulas y la inspiración para construir un futuro digno de aquellos valientes que dieron su vida por mantener altiva nuestra Patria. Hay que recordar siempre: que en Ibarra habitan los herederos de inolvidables gestas.