Los caldos de Doña Carmita o Caldo del 31 son un referente en la Otavalo. El tradicional plato típico es de esas comidas tradicionales que por más años que pasen, se mantienen intactos y con gran presencia.
Más de cuatro décadas
Son 47 años de presencia, dos generaciones y unas cuantas más que ya están comprometidas en mantener la tradición, así lo reconoce Javier Tituaña, hijo de la propietaria quien sigue con la tradición.
“Soy la segunda generación y estamos tratando de preservar esta tradición que es muy ecuatoriana. Es como el encebollado, pero acá en la sierra el caldo del 31”, reconoce.
El caldo de 31 es un deleite para muchos ecuatorianos, las propiedades nutritivas que tiene son varias y el sustancioso caldo puede servir de ‘levanta muertos’ para la mayoría de personas que lo prueban.
Lo que se sabe
La historia dice que antiguamente, los patrones de hacienda, cada 31 o fin de mes, faenaban una res para tener carne suficiente y las vísceras eran aprovechadas y recolectadas por los trabajadores de la hacienda.
“Todo empezó por allá en 1911 en una hacienda en Caldera de la provincia de Bolívar”, recuerda Tituaña.
A pesar de los cambios en la sociedad y las tendencias gastronómicas, los Caldos del 31 siguen siendo un pilar fundamental de la identidad otavaleña.
Este plato, cocinado con amor y respeto por la herencia cultural, se mantiene como una joya culinaria que trasciende el tiempo y las modas, así lo reconoce Carmen Amaguaña, quien se convirtió en un verdadero ícono de este plato.
“El que viene a Otavalo debe probar este plato. Es una parada obligada venir a los caldos de doña Carmita”, reconoce José Lema, uno de los clientes del local ubicado en la calle Juan Montalvo y Guayaquil en el mercado Copacabana.
Perdurará en el tiempo
En Otavalo, los Caldos del 31 no son solo una comida; son una expresión de la historia, la familia y la comunidad.
En cada cucharada, se saborea el compromiso de preservar la esencia de una tradición que sigue siendo tan viva como los colores de los mercados locales.
Este exquisito plato, arraigado en la rica herencia cultural de Otavalo, es mucho más que una simple sopa; es una celebración de sabores, aromas y tradiciones que han sido transmitidas de padres a hijos durante siglos.