Tuvieron que pasar 16 años para que la víctima de una violación obtenga justicia. El procesado es un exmilitar en servicio pasivo quién se aprovechaba de las necesidades económicas de la familia del afectado. Los jueces del Tribunal de Garantías Penales de Imbabura, lo declararon culpable del delito y lo sentenciaron a 25 años de cárcel.
El relato
Una fuente que pidió reserva de su nombre explicó que el procesado era vecino de la víctima que residía en el cantón Otavalo. Su vivienda quedaba a escasos metros de la casa en la que habitaba el menor con su padre. Incluso la mamá solía trabajar por horas para el procesado. Le ayudaba en la cocina y a arreglar las habitaciones de la casa.
El papá de la víctima en cambio trabajaba como albañil. Y esto era aprovechado por el procesado para acercarse a la víctima. Todo comenzó en el 2008, cuando el afectado tenía 11 años y el culpable era propietario de una tienda. “En ese entonces el chico iba a pedirle de manera inocente que le preste la computadora para jugar en el Internet, o que le preste el teléfono para llamar a los compañeritos, sobre todo por los juegos, porque él en la casa prácticamente no tenía televisión, no tenía computador, no tenía Internet”; dijo la fuente. El señor accedía a prestarle sus cosas, pero de un momento a otro empezó a tocarlo de manera inapropiada y luego agredirle de forma sexual. Después de la agresión le entregaba un dólar, pero le exigía no contar a nadie porque de lo contrario habría represalias contra sus allegados.
Maestra insistió
Sin embargo, todo se conoció cuando el chico cumplió 15 años. Uno de los síntomas que presentó es que se volvió retraído. Incluso en la entidad educativa en la que cursaba sus estudios se dieron cuenta que tenía un mal comportamiento, no llevaba las tareas, sacaba malas calificaciones y no socializaba con los compañeros. Un día la profesora de inglés notó el comportamiento nervioso.
En ese momento le preguntó qué es lo que le sucedía, pero el chico le respondió que nada. Pero la maestra no se dio por vencida y le insistió hasta que el chico confesó todo. “Él tampoco quería abrirse con la maestra, hasta que le preguntó por varias veces y ella le dijo que le iba a ayudar, que no se preocupe”; dijo la fuente. Ante la insistencia de la maestra, el menor le confesó que un vecino le agredía.
La fuente comentó que al menor le realizaron el examen médico legal donde se verificó que sí existió la agresión. De inmediato se iniciaron las investigaciones pero el principal sospechoso se fugó hacia Colombia donde fue apresado. Él se escondía en el vecino país pero pesaba una orden de captura en su contra.