Cualquier democracia saludable fundamenta su accionar en el ejercicio de escuchar, si es posible, a todos los actores sociales y se hace urgente cuando son ellos quienes nos representan. El debate, por tanto, proporciona a los ciudadanos la oportunidad de conocer a los candidatos, entender sus propuestas y tomar decisiones informadas en las urnas. Sin embargo, en los últimos años, los debates electorales han enfrentado desafíos significativos que requieren una reflexión profunda para mantener su relevancia y efectividad. Uno de los retos más evidentes es la polarización política. Las divisiones ideológicas y las actitudes partidistas han llevado a debates electorales cargados de retórica.