“Este es un duro sueño hecho realidad. En Ibarra no tenía trabajo hace mucho años y un amigo me contó que iba a emprender el viaje a Estados Unidos, por lo que dedicí irme a pesar de que mi familia me pidió que no lo haga. Tardé tres meses en llegar, porque no tenía el dinero suficiente y me tocó trabajar un mes en Honduras, pero cuando pise suelo estadounidense, supe que todo mi esfuerzo, lágrimas y cansancio, valió la pena”, dijo de forma anónima un migrante ibarreño de 45 años, que llegó hace un mes y medio a Estados Unidos, en donde empezó a trabajar de inmediato, para cubrir la deuda del viaje.
Historia de sacrificio
Al ciudadano lo llamaremos ‘Héctor’, es padre de tres hijos, dos de ellos menores de edad. Cuando le preguntamos sobre El Darién su voz se quebró y no dudó en decir que si algún compatriota está pensando en migrar, por favor no lo hagan.
A pesar de que llegó con bien y cumplió su sueño americano, cuenta que cruzar esta selva lo marcó de por vida. Jamás había visto un cadáver, y en el trayecto le tocó mirar cuatro, el olor nauseabundo quedó impregando en su ropa. Dichos cuerpos eran de migrantes, pero nadie se atrevía a parar la marcha para observarlos con detenimiento.
“El lodo, el mal clima, los insectos, el hambre, la sed, el dolor del cuerpo y el sufrimiento, me acompañaron todo el trayecto. Demoré 12 días en cruzar, más que lo que tardan los jóvenes, porque el cansancio me jugó factura. Estuve, junto a mi amigo, en tres grupos de personas, la mayoría éramos ecuatorianos y venezolanos, pero nos cruzamos con muchísimos haitianos en el camino. Era muy doloroso ver a los niños llorando, ver a personas que se ahogaban al cruzar los ríos, allá nadie se detiene a esperar, nadie piensa en el otro. Para quienes lean esto, les pido que no crucen, porque las secuelas de El Darién, las considero irreparables”, agregó con preocupación.
‘Héctor’ dijo que no quiere quedarse lejos de su patria, pero aseguro que no regresará hasta ver a sus hijos profesionales. Además tiene una deuda que bordea los 12 000 dólares, dinero que gastó en el viaje. De los grupos delictivos, prefirió no hablar, pero sabemos que fue extorsionado.
Sobre esta selva
La selva también conocida como el Tapón de Dairén, y ha sido considerada una barrera natural entre Colombia y Panamá, dado que no existe una vía terrestre oficial que comunique ambos extremos de la selva, de hecho del Tapón de Dairén es donde se interrumpe la carretera Panamericana, la cual une diversos países del continente.
Quienes se arriesgan a pasar por ahí, enfrentan peligros que van desde encontrarse con animales salvajes, pasar por caudalosos ríos y enfrentarse a grupos criminales que los extorsionan, violan, roban e incluso, les hacen perder el camino. Quienes han realizado el recorrido aseguran haber visto a su paso cadáveres o personas agonizando rogando por ayuda.
Al llegar a Panamá son trasladados a varios centros para atención a migrantes, instalados por el gobierno panameño y organismos internacionales, donde reciben servicios básicos, antes de seguir el camino hacia la frontera con Costa Rica.
Las causas de que utilicen estas peligrosas rutas, como El Darién, está relacionado al cambio de los marcos migratorios en diferentes países que ahora exigen visados, mencionó la directora regional de la federación Internacional de la Cruz Roja para América, Martha Keays.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), esta crisis migratoria debería ser tratada urgentemente como una grave crisis humanitaria por toda la región.
“Las personas que cruzan el Darién experimentan un sufrimiento inimaginable. En nuestros puntos de servicio humanitario atendemos con frecuencia cuadros de deshidratación, heridas, mordeduras de animales, lesiones por agresión sexual y cuadros de ansiedad y estrés postraumático”, asegura Keays.
Teniendo en cuenta la gravedad de las condiciones con que llegan los inmigrantes y que la cifra mencionada anteriormente es de quienes logran cruzar, es importante destacar que las autoridades panameñas no pueden precisar con exactitud el número de personas que mueren en el camino.
Nunca antes habían atravesado tantas personas el Tapón del Darién. Ese alarmante flujo se produce gracias al dominio que ejerce del lado colombiano el ‘Clan del Golfo’, el actor armado hegemónico en una zona en la que interactúa con redes nacionales y trasnacionales de tráfico de migrantes, señala un informe de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).
“Además de la violencia que ejerce, también despliega acciones de gobernanza criminal, como la suplantación de la justicia, los intentos de cooptación de espacios y organizaciones comunitarias, la imposición de normas de conducta y de restricciones a la movilidad y la influencia indebida sobre los procesos electorales y políticos de la región”, añade el informe.
Situación en Panamá
La migración masiva ha desatado todas las alarmas en Panamá. La situación está creciendo a un nivel que no pueden controlar y solicitan ayuda internacional para contenerla, ya que la tendencia indica que la migración continuará en aumento mientras los países de origen de los miles de viajeros, se mantienen en silencio. Los médicos, rescatistas, voluntarios y comuneros que ayudan a los migrantes al finalizar su trayecto en la selva, ya no pueden más. Los campamentos están a reventar y no saben cómo continuar apoyando.
El dolor de los niños
Más de 4 800 menores migrantes cruzaron la peligrosa selva del Darién en enero pasado, siete veces más que en el mismo mes del año pasado, lo que evidencia un crecimiento exponencial de este flujo, dijo esta semana la Unicef.
”Vemos con preocupación que el número de niños sigue aumentando y que cada vez estamos recibiendo más población migrante por esta ruta”, dijo a EFE la especialista de protección en emergencias de Unicef Diana Romero.
Unicef citó los registros del Servicio Nacional de Migración (SNM) de Panamá, según los cuales en enero pasado llegaron a Panamá a través de la jungla 4 841 menores de edad, muy por encima de los 643 del primer mes de 2022.
“Este año hemos visto un crecimiento exponencial en los primeros 45 días del año”, cuando Unicef estima que cruzaron El Darién más de 7 000 niños. Romero agregó que hay un “cambio de perfil” de la migración, pues actualmente no solo se movilizan los adultos sino el flujo familiar empujado por la situación socioeconómica del país de origen o residencia.