Como una mujer con los pantalones bien puestos es conocida Gladys Yolanda Muñoz Herrería, una fiscal con más de tres décadas de trayectoria, quien ha dado los mejores años de su vida para servir a la ciudadanía imbabureña.
La funcionaria se caracteriza por su sonora risa, carácter fuerte, imparcialidad y amor por los animales. Para ella todos sus casos son importantes, sin embargo hay muchos sucesos que no sólo han causado conmoción en su oficina, sino que han marcado su corazón.
Al pedirle que recuerde su juventud, con nostalgia dice que siempre fue una muchacha inquieta. Culminó sus estudios secundarios en la Unidad Educativa Ibarra, como una de las mejores egresadas y una excelente jugadora de baloncesto. Desde las aulas siempre supo que quería ser abogada y las palabras de su padre le bendijeron, ya que le aseguró que le va a ir bien y sería de las mejores.
“Soy la octava de ocho hermanos, de los cuales he tenido el ejemplo de honestidad, respeto y responsabilidad. Mi familia se ha caracterizado por ser, aparte de profesionales, personas de buen corazón, solidarios y gratos con las personas, ganándonos el respeto de la ciudadanía por la honestidad, por el don de gente.
Agradecemos siempre el ejemplo de nuestros padres, que en esa época, con su sacrificio, educaron a todos sus hijos. Mi papá era telegrafista y mi madre se sacrificó trabajando en la Aduana más de 30 años, sin que nadie pueda decirle que cogió un centavo. Ese es el ejemplo que las mujeres seguimos, de trabajar y ser independientes, ella no fue una mujer que se quedó en la casa estancada ni mediocre, ella fue un ejemplo de bondad y amor hacia los demás”, indicó la fiscal.
Cuando la preguntamos sobre su estado civil respondió entre risas que es divorciada, gracias a Dios. El mayor orgullo en su vida es su hija Antonella, quien sigue sus pasos y es abogada y magíster en Género y Justicia Indígena y está cursando otra maestría en Derecho Penal y Litigación Oral. Con su hija no solo comparten el amor por las leyes y la defensa a las mujeres, sino el amor incondicional por los animales y ambas son rescatistas independientes.
En Imbabura ha recorrido todas las unidades, ya que al comienzo eran miscelaneas. “Luego empecé en la unidad que se llamaba Personas, Garantías y Violencia Sexual, como estuve casi ocho años ahí, me cambiaron a Soluciones Rápidas en donde permanecí tres años, pero regresé por pedido de la fiscal provincial de esa época, quien consultó con la fiscal general Diana Salazar, y aquí sigo, en la Unidad de Violencia de Género 3”, agregó Yolanda Muñoz.
Al hablar de sus casos más complejos, mencionó que todos la han marcado, pero los más difíciles han sido el juzgamiento de un señor que se hacía pasar por enviado del arcángel San Gabriel y violó a la hija de su pareja, de 12 años, diciendo que tiene que reproducirse porque Dios le dio ese mandato. Otro tema fue el femicidio que dejó siete menores de edad huérfanos en La Carolina. A esto se suma la violación de una paciente en el área de Covid-19 en el hospital del IESS y la violación, en pandilla, a una joven en La Esperanza.
Pero sin duda el que más conmoción le causó fue la violación a cuatro niños en Salinas, por un hombre que cuidaba una gasolinera. Uno de los abusados, un año más tarde, violó y estranguló a una inocente niña en la misma parroquia, demostrando las consecuencias fatales de un abuso sexual.