Volver los ojos a los pueblos originarios es una de las principales motivaciones que impulsaron a Jorge Roberto Farinango Vallejos a emprender en la elaboración de piezas de cerámica sonora, elementos que eran utilizados por los antepasados para emitir sonidos como: aerófonos, silbatos tambores de cerámica, entre otros.
“Este conocimiento, que tenían nuestras culturas, está dormido en los museos; entonces yo he querido reconstruir los objetos tratando de interpretar como era su sonido original, como los tocaban y reproducir nuevamente los sistemas acústicos”, señaló.
Material muy moldeable
Para el artista plástico imbabureño, este material es uno de los más moldeables y por eso su inclinación por la cerámica.
Todos los conocimientos que ha adquirido, con el pasar del tiempo, han sido los básicos, tomando en cuenta que los antepasados aprendieron a sacarle sonido a la cerámica de manera empírica.
“Todos los objetos que elaboramos son afinadas al oído”, explicó Farinango mientras muestra sus silbatos simples, doble, triples flautas, silbato de agua, etc.

Compañera de vida
En esta tarea le acompaña su esposa Soledad Angulo con quien comparte el gusto por la fabricación de las piezas y el conocimiento en afinación, por casi 7 años.
Su elaboración es compleja y requiere su tiempo, la pieza más sencilla podría tardar hasta 30 minutos solamente el modelado, de allí es viene el proceso de secado, pintado y la quema en el horno de leña. Las piezas más laboriosas son las botellas silbato de agua que usa un sistema especial.
El resultado final se lo expone y comercializa en Otavalo, en la Plaza de los Ponchos, además de la venta por catálogo en línea.
El turista extranjero es quien más admira sus piezas, que representan a las culturas precolombinas de Sudamérica, Centroamérica Norteamérica y especialmente las de Ecuador como son Jama Coaque, Bahia, Guangala, Chorrera y de fuera los objetos mayas o aztecas. Llama la atención el silbato especial que se lo conoce como silbato de la muerte que se usa para ceremonias rituales.
“Mientras más pequeña es la pieza, más alto es su valor económico, por la complejidad del trabajo, aclara Farinango.
Un recuerdo de niño
Jorge nació en el barrio Ajaví Chiquito, centro norte de Ibarra, y se crió en un taller de carpintería compartiendo con su abuelito Gonzalo Farinango. Recuerda con mucha alegría cuando salía con sus amigos al parque Pedro Moncayo a recolectar los cocos pequeños que caían de las palmeras, los limpiaban les hacían un hueco y tenían un silbato pequeñito para jugar.