El sol empezó a salir y la actividad comenzó en el Centro de Privación de Libertad Nro 1 de Imbabura. Hasta la semana pasada, cuando el reloj marcaba las 07:00, el bullicio del interior se escuchaba hasta la vereda, los privados de libertad empezaban el día con música, gritos, silbos y conversaciones subidas de tono, propias de una cárcel. Ahora el panorama dio un cambio de 180 grados y lo único que se escucha son las instrucciones del personal militar.
Los días cambiaron
Con listado en mano, el personal de Fuerzas Armadas va ordenando todo. Celda por celda los internos van saliendo para recibir, en recipientes desechables, el desayuno, la mañana de ayer fue un poco de colada con pan. El alimento es colocado en el piso y en medio de palomas, que buscan migas de comida en el piso, los internos se forman en columnas de 10, cantan el himno nacional, cumplen con una que otra doctrina militar, y se retiran a sus celdas.
Con la cabeza agachada, obedecen cada orden de los militares. “Antes los ‘jefes’ ni siquiera salían a recibir la comida, a ellos les servían en los cambuches. Ahora todos nos sentimos iguales, recibimos la misma ración y ya no estamos marginados por los que tienen más poder, comentó en voz baja un interno, antes de regresar a su celda.
Se acabaron los lujos
La misma rutina se cumple con todas las celdas, con el mismo orden y sin ningún privilegio. Mientras transmitíamos el ‘cambio’ en la cárcel, íbamos evidenciando que en el ingreso de los pabellones la señal se perdía, por ello las PPL tenían largos cables de internet y televisión satelital conectados a sus celdas. Los militares deshabilitaron este servicio y, quienes todavía tengan celulares, deben usarlos con mucha cautela, porque no solo les pueden decomisar sus artefactos, sino que su condena puede aumentar por un nuevo proceso judicial.
Y no solo decenas de ellos se quedaron sin celulares, las celdas también perdieron televisiones, refrigeradores, ventiladores, cocinas eléctricas y artesanales, lo que puso la situación ‘color de hormiga’ para los internos. Son 23 horas del día las que ahora pasan en la celda, solo tienen autorizado salir a los patios durante una hora y ya no a realizar actividades a su antojo, sino a cumplir con lo que les ordene el personal militar.
Para muchos de ellos este es un abuso de autoridad, un cambio negativo, pero otros, los humildes, los de escasos recursos, los llamados ‘pobres’, han visto la llegada de los uniformados como la salvación a extorsiones, desigualdades y cobro de ‘vacunas’.
Ahora existe igualdad
El militar que ayer estuvo a cargo de controlar las actividades de los internos, señaló que ellos se han acercado a agradecer que la Policía Nacional y Fuerzas Armadas están haciendo este tipo de controles, y sobretodo, en lo que corresponde al régimen interno, en donde se mantienen todo el tiempo ocupados y realizan las cosas de forma ordenada.
El uniformado señaló que existe una aceptación muy buena por parte de las PPL, que les han pedido que esto continúe, ya que eran víctimas de abusos y extorsiones y ahora todos consumen los mismos alimentos.
Diario EL NORTE dialogó con tres privados de libertad. Dos de ellos concidieron en que el ingreso de los uniformados es algo positivo, asegurando que ahora son parte de talleres que antes estaban ocupados, durante todo el día, por los mismos internos de siempre. Mientras uno pintaba un pequeño duende, otro grababa un eclipse en un pedazo de triplex, ambos dijeron que pueden estar una hora en el taller y, como todos los reos, tienen que regresar a su celda.
Otro interno, en un taller ubicado junto al economato, con notable tristeza contó a Diario EL NORTE que debe cumplir una condena de 60 meses y, además de relatar un poco de la nueva realidad, con lágrimas en los ojos, pidió perdón a sus familiares por los errores cometidos y aseguró que, en el encierro, está pagando por cada uno de ellos.
¿Durará este cambio?
Antes los internos pasaban las horas en el patio y el llamado ‘encierro’ se cumplía desde las 17:00. En todo el día hacían lo que querían, pero ahora la situación ha cambiado y han tenido que acostumbrarse a cumplir órdenes, luego de ser ellos quienes manejaban todo en el interior del centro carcelario.
Los reclusos se preguntan, a espaldas de los uniformados, hasta cuándo se desarrollará este estricto control, unos tienen la esperanza de que dure igual que el estado de excepción, es decir hasta los primeros días de marzo, otros temen un traslado y, la contraparte, aspira que los militares tengan el control permanente de este centro.
Les revisan todo
Otro tema que ha cambiado, es el control del economato, el sistema que se maneja en las cárceles para que los internos puedan retirar en el interior, insumos de primera necesidad, alimentos y útiles de aseo, previo al depósito realizado en el exterior por sus familiares.
Ahora los presos deben realizar una fila ordenada, a las 09:00, por celdas y manteniendo la distancia, para acercarse a dicho espacio. Una vez que reciban los productos, todo es registrado por el personal de Policía Nacional, con la finalidad de verificar que en el interior no esté oculto ningún artículo o sustancia, considerado como prohibido o fuera de lo permitido en el sistema.
Todos los cambios se efectúan ante la mirada de los agentes de control penitenciario, quienes antes solo observaban y callaban las acciones de las PPL. La pregunta es: ¿Con esto, las cárceles dejarán de ser las universidades del crimen?.