Con su mirada fija en las pequeñas manos de una imagen del Niño Jesús, Hugo Luna, devuelve la vida a la figura. Con entrega y paciencia arregla los daños, mientras que una lámpara ilumina su trabajo, que se extiende por más de ocho horas al día.
Luna es artista plástico, se graduó en el Colegio Daniel Reyes, hace más de tres décadas, pero desde hace 20 años, la restauración es su forma de ganarse la vida y su pasión.
Jornada laboral – restauración
Su local se encuentra en las calles Pedro Moncayo y Sánchez y Cifuentes, en el Centro de Ibarra. Al ingresar cientos de figuras se encuentran alrededor, en un escaparate más de 10 imágenes de niño Jesús esperan por sus dueños. Su jornada empieza a las 07:00.
El artesano comentó que en época navideña, recibe más de 20 imágenes del niño Jesús, vírgenes y más. “Restaurar es como armar un rompecabezas, depende del estado en el que se encuentre la figura. Muchas veces, nos ha tomado más de un mes, incluso vienen imágenes quemadas. Pero, cuando son cosas pequeñas, nos toma uno o dos días” comentó el artesano.
Trabajo meticuloso
Previo a la intervención y al arreglo, el restaurador ibarreño, realiza un análisis sobre cómo se encuentra la figura, reconoce el material para mantener la imagen fiel a su origen.
Con detenimiento lija los bordes de la estampa divina, mira que ese procedimiento no altere el color natural de la pintura. “Tratamos que la figura, luego del arreglo, no cambie, porque sus dueños pueden pensar que es otra imagen, además, tienen un valor sentimental y familiar que respetamos”, comentó Luna.
El valor de la restauración bordea los $3 y $40, pero también, depende del tiempo de la restauración y de la condición de la figura.
Como parte de su experiencia, también, ha restaurado imágenes antiguas de iglesias. Recuerda que en una ocasión, llegó a su taller la imagen de un niño Jesús, totalmente quemado, provenía de una iglesia de San Gabriel. Arreglar la imagen le tomó más de un mes y quedó perfecta.
Entre el amor y la restauración
Pero Don Hugo no trabaja solo, a su lado, en este oficio y en su vida, ha permanecido su esposa Betty Castillo, exgraduada del Colegio Daniel Reyes.
Doña Betty recalcó que no es tanto lo que se gana” sino, el tiempo que pasa con su familia . “Significa estar en familia, dejar el estrés a un lado, vivir despacio. Hay gente que viene con depresión, con problemas y que tienen o tuvieron dinero y están solo. Al contrario de nosotros, que siempre estamos juntos”, dijo.
Doña Betty recuerda, que el primer niño que restauraron pertenecía al Hospital del Seguro, en aquel entonces iniciaban con el oficio de la restauración.
“Al inicio no teníamos la experticia de la restauración, pero no olvidaré que luego de un arduo trabajo, llevamos la figura a nuestra casa y por cosas de la vida se quebró la pierna, tuvimos que restaurar a ese niño como cinco veces”, dijo Doña Betty.
El trabajo de Doña Betty es pegar las piezas que forman la figura, mientras que don Hugo es el experto en dar color y recuperar la imagen religiosa. “Mi esposo tiene más paciencia que yo”, comentó entre risas.
De esta manera, entre pinturas, yesos, figuras e imágenes los esposos Luna – Castillo dedican su tiempo y vida al noble y tranquilo oficio de la restauración.