Mientras el país busca de todos modos salir de una crisis económica que nos golpea, hay acciones que no se logran entender y situaciones que no se pueden descifrar. Los asesinatos a sangre fría y el ningún temor de los delincuentes, incluidos niños y niñas, a la autoridad uniformada, son una muestra palpable de que el país ha entrado en una espiral de violencia exagerada sobre la que no se atisba a calcular su fin. Las muertes de policías, funcionarios públicos, personas vinculadas a entidades encargadas de investigar y administrar justicia, genera miedo en todos los ciudadanos que se ven impotentes ante la creciente inseguridad y una manoseada ley que muchas veces garantiza el caos.