A los 75 años edad, un gran otavaleño ha dejado de existir físicamente, Marco Hernández Dalgo. El profesor de varias generaciones deja un legado de profesionalismo y principios inquebrantables, que difícilmente será olvidado por sus familiares, estudiantes y coterráneos en general.
El referirse a Marco Hernández con el apelativo de “gran otavaleño” no es una exageración, sino un adjetivo bien ganado. Basta con leer todas las expresiones de cariño y respeto de centenares de ciudadanos, quienes a través de las redes sociales han puesto de manifiesto la admiración a este ilustre personaje, que hizo de la docencia su manera de aportar al desarrollo del cantón y del país.
“Realmente las muestras de afecto que hemos recibido en este último periodo de la vida de mi padre reflejan su gran trabajo y trayectoria al servicio de la niñez. En sus más de 40 años de servicio, varias generaciones de niños y niñas, que hoy en día ya son adultos y profesionales, le han expresado su gratitud en las calles o donde se lo han cruzado. Eso para nosotros es motivo de orgullo”, manifestó Henry Hernández, hijo mayor del reconocido maestro.
Un poco de su vida
Marco Hernández nació en agosto de 1946 en territorio “Sarance”. Desde muy joven habría sentido cariño por la docencia, motivo por el cual fue a estudiar en la capital de la República, Quito, en el Normal Juan Montalvo, luego de haber cursado sus primeros años de secundaria en el Colegio Nacional Otavalo.
“Ahí prácticamente nace su carrera de profesor. No obstante, nunca perdió sus raíces. Siempre volvía los fines de semana a Otavalo a reencontrarse con sus familiares y amigos”, contó su primogénito.
Cabe mencionar que el finado profesor, sentía también una gran afición por el fútbol, al cual lo practicaba continuamente, defendiendo algunas camisetas otavaleñas, como la del Peñarol y del Deportivo Quito en el recordado Estadio del Batán.
En cuanto a su carrera como maestro, Hernández arrancó en la zona de Intag, parroquia Vacas Galindo, cantón Cotacachi. Allí en la ruralidad imbabureña, compartió sus conocimientos con los infantes de una escuelita unidocente.
Más tarde fue trasladado a la Escuela José Martí de Otavalo, donde llegó a ser director del establecimiento, por un estimado de tres décadas.
Sus últimos años en funciones, fueron al servicio de la niñez de la Escuela Municipal “Valle del Amanecer”, en donde también se desempeñó como director.
“Todo esto da fe del trabajo profesional que mi padre realizó en beneficio de la sociedad otavaleña y cotacacheña”, agregó Henry Hernández, reflexionando en que el ejemplo de superación y de trabajo que les transmitió su progenitor a él y su hermano Paúl, incluso les ha servido en su vida personal y militar, pues son miembros de las Fuerzas Armadas del Ecuador, con altos rangos.
“Como padre era inigualable. Siempre estuvo pendiente de mi hermano y de mi persona. Nos apoyó en todos los proyectos que teníamos en mente y estuvo siempre pendiente. Cuando formamos nuestras vidas, igualmente continuó con su cuidado, esta vez para sus nietos, quienes siempre lo tienen presente. No tenemos nada que reprocharle. Nos dio un ejemplo de dedicación y amor por su familia. Siempre buscó lo mejor para sus seres queridos”, concluyó.