IBARRA.- El polvo, olor a escombros y el ruido de la maquinaria, fue el aviso de que un pabellón estratégico para las personas privadas de libertad, estaba desapareciendo para siempre en la Penitenciaría del Litoral.
El Consular era la trinchera de los reclusos, quienes se ponían alerta para cuando los uniformados incursionaban; desde sus ventanas disparaban con armas de alto calibre a quien quería imponer el orden, demostrando que los presos, tenían el control total de la ‘Peni’.
El 8 de noviembre, los funcionarios del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores (SNAI) y el Gobierno Nacional, iniciaron con la demolición.
“Derrocamos el pabellón Consular en la Penitenciaria, utilizado para atacar a personal uniformado que ingresaba a realizar operativos. Eliminaremos cualquier infraestructura que hayan utilizado las bandas delincuenciales para resistir al orden de nuestra fuerza pública”, informó el presidente Guillermo Lasso.
Según Guillermo Rodríguez, titular del SNAI, este lugar no prestaba las mínimas condiciones de salubridad e infraestructura para ser habitado. En un video publicado por la institución, observaron algunas ventanas rotas y sistemas de ventilación deteriorados.
La edificación fue desalojada el 2 de noviembre, luego del traslado masivo que provocó la ira de las organizaciones delictivas, que atacaron a tres provincias con un sinnúmero de hechos violentos e incluso, matando a policías.
El sitio, además de albergar a 166 presos, que en su mayoría eran testigos protegidos o colaboradores en casos de alta connotación nacional, además de extranjeros, era usado como ‘búnker’ para las bandas delincuenciales.
Este pabellón estaba en manos de los “Chone Killers”, cuyos cabecillas fueron sacados semidesnudos, atados de manos con esposas plásticas y con rostro de doblegamiento, para trasladados hasta la temida cárcel “La Roca”, considerada el infierno para los imponen la violencia en el país.
Lo que había en este sitio
Según las autoridades y personal que incursionó en este pabellón, era usado como bodega de municiones y hasta de droga. En las gruesas paredes se construyeron caletas en donde almacenaban todo lo ilegal, por ello, desde ahí, se ‘activaban’, para atacar con prontitud a los efectivos de élite de la Policía Nacional y Fuerzas Armadas, cuando ingresaban a la Penitenciaría para hacer cumplir la Ley.
Por fuera el sitio era diferente, ya que tenía pintada su fachada de color amarillo, pero por dentro no existía diferencia con otros pabellones. Hace algunos meses un equipo periodístico de un medio nacional ingresó al edificio y comprobó que allí se encontraban reclusos, que en su mayoría, cumplían procesos por tráfico de drogas o accidentes de tránsito.
En este espacio estaban recluidos presos de mínima seguridad y el objetivo habría sido no mezclarlos con privados de libertad asociados con bandas delictivas.
“Eliminaremos cualquier infraestructura que hayan utilizado las bandas delincuenciales para resistir al orden de nuestra fuerza pública”, argumentó Rodríguez mientras tumbaban el antiguo edificio, al que todos querían tomarse, ya que era la entrada al centro y los PPL podían estar en alerta ante cualquier novedad.
Otro de los anuncios fue que el SNAI readecuará espacios en este centro penitenciario para que los internos estén en otras condiciones, que les permita rehabilitarse integralmente.
“Se buscará tener un mejor orden, mayor seguridad con los nuevos guías penitenciarios. Podremos saber que la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas podrán dar un mayor soporte”, precisó Rodríguez, mientras el país se llenaba de dudas de que sí en realidad podrán contrarrestar esta ‘guerra’, que se planifica y ordena desde las cárceles.
Un privilegio de la “Peni”
Ninguna otra cárcel tiene un pabellón de este tipo, ya que la mayoría de centros están divididos para ubicar a los reclusos de mínima, máxima y mediana seguridad, según el delito, las sentencias, el perfil psicológico y el grado de peligrosidad de cada uno.
Pero en la “Peni”, este proceso no se efectuaba, ya que la evaluación psicológica que se hacía en el ingreso de cada PPL para conocer todos estos aspectos, no era tomada en cuenta, y eran distribuidos según a la banda a la que decían pertenecer.
El inicio de una masacre
Diego Quelal, exagente de seguridad penitenciaria, contó que este fue el sitio en donde se protagonizó la masacre más grande que se ha producido en una cárcel del país. Quelal era parte del GEAP y estuvo casi dos años, en la Penitenciaría.
“Aquí se vivió primer enfrentamiento fuerte, cuando llegaron miembros de una banda rival y se les metieron al pabellón, matando a más de 100 PPL Por eso es que los familiares lloraban en los exteriores, asegurando que asesinaron a mucha gente que nada tenía que ver con la pelea, incluso a algunos que estaban a días de salir, ya que hasta ahí llegaban los PPL hasta ubicarles en los pabellones, era como una especie de celda prioritaria”, dijo el exuniformado, experto en incursiones de alto riesgo.
Quelal relató que este pabellón era el sitio por donde se entraba a las ruinas de la vieja Penitenciaria, por un callejón de más de 200 metros. “Por ahí se ingresaba y se tenía acceso a diferentes sitios, era un pabellón muy estratégico, peor desde que empezaron a realizar incursiones militares y policías, ya que desde ahí les paraban para que no tomen el control”, mencionó el ibarreño.