Cada año, con el anuncio del pitazo inicial del campeonato ecuatoriano, se repite la misma historia: incertidumbre sobre el pago a los árbitros y amenazas de no pitar. Miguel Ángel Loor, presidente de la LigaPro, aseguró que no hay deudas pendientes con los colegiados, pero admitió que para lograrlo se recurrió a créditos y préstamos, generando un endeudamiento sin precedentes.
Esto nos lleva a una pregunta inevitable: ¿es realmente rentable el fútbol ecuatoriano? ¿Hay fallas en el marketing y la gestión para atraer audiencia o simplemente los costos de operación, sueldos y premios han sobrepasado los ingresos?
Mientras clubes y directivos siguen en este círculo vicioso, los hinchas solo esperan que el balón ruede. Pero la realidad es que el fútbol, más que una pasión, es un negocio que sigue sin cuadrar sus cuentas. Y así, el cuento de nunca acabar continúa.