El mentor del evento: “Reencuentro de los otavaleños ausentes”, Jaime Núñez, quien con su original idea se ha ganado la aprobación de la ciudadanía, hace una reflexión al respecto de las Fiestas del Yamor, asegurando que han ido perdiendo su identidad.
A continuación un texto de su autoría:
¿Quo vadis Yamor?
No es novedad, ni creo estar incurriendo en un implícito descubrimiento del agua tibia, al aseverar que de alguna manera, nuestro festejo mayor ha ido perdiendo identidad.
Una muestra demasiado patente constituyó la última edición, donde no fue difícil evidenciar ciertas “innovaciones”, un tanto ajenas al desarrollo tradicional acostumbrado, sin querer desconocer el esfuerzo que debió haber implicado su organización “en agradecimiento a la pacha mama por la fecundidad de las tierras y haber hecho posible las cosechas”.
Por citar, en algunas programaciones que tuvieron como escenario la plaza de Cantuña, perdón, quise decir la plaza cívica, donde participaron grupos cuyos nombres no tienen nada de mandinga, peor de inga y las canciones interpretadas echaron al viento el sonsonete sanjuanero.
¿Decisiones sin criterio?
¿Con qué criterio está siendo elaborada la programación? A este paso ¿persistirá el erróneo afán de que la festividad tienda a transformarse en un evento desenfocado? Con propiedad, podríamos señalar como el inicio de tamaño desatino, a la irrazonada decisión de eliminar de golpe y porrazo el espectáculo galante de la elección y coronación de Reina del Yamor, otrora, el número principal, en torno al cual giraba la fiesta y del cual los otavaleños de nacimiento, corazón y afectos nos ufanábamos, para colmo, esgrimiendo razones “fuera del pilche” y tan sólo mediante un mañoso levantamiento de manos, al interior de una asamblea artificiosamente conformada, sin representación alguna de las instituciones locales. Y nos cruzamos de brazos, tampoco existió ningún pronunciamiento por parte de los señores concejales ¿quemeimportismo? ¿desidia? ¿acatamiento a una sugerencia fortuita?
Pedido a nueva autoridad
Confiando en el ilustrado criterio de las nuevas autoridades –Sra. alcaldesa y Sres. ediles– a quienes deseamos el mayor de los éxitos en su gestión, la comunidad otavaleña consciente, agradecería sobremanera que aquella resolución muy sui géneris sea revisada. Por ser un elemento imprescindible de la fiesta más alegre, de raigambre eminentemente mestiza, este certamen de belleza no debe fenecer.
En ocasión anterior, tras haberse efectuado el Tercer Reencuentro de Otavaleños Ausentes, me permití a través de las redes, hacer un llamado a los coterráneos para que nos involucremos en la encomiable tarea de rescatar el ingrediente auténtico de otavaleñidad, la verdadera personalidad del yamor como fiesta, aquella que en su pila bautismal apadrinó un grupo de estudiantes “apagavelas”, quienes por 1949 cumplían su formación académica en Quito, posta que en 1953 fue recogida por Guillermo Moreano, Pedro Pinto y Gabriel Garcés, propulsores del órgano periodístico Ñuca Huasi. En esta parte del sendero visionariamente trazado, es cuando este verdadero acontecimiento social toma forma, eligiéndose a María Rosanía Dávila, como primera soberana.
En el año 1955, la organización correspondió a la “Aso. de Otavaleños 31 de Octubre” con sede en Quito, siete años después (1962), el comité femenino “Pro Gruta del Socavón” presidido por Doña Susana Mancheno de Pinto, tuvo a su cargo no descontinuar el normal desarrollo de la festividad, hasta que llegó la consagración, merced al espíritu innovador y visionario de Efrén Andrade Valdospinos y el grupo de paisanos soñadores, quienes entre sus emprendimientos, dieron luz verde a la circulación del quincenario “Síntesis”, momento histórico y trascendental cuando se democratizó el suceso, vistiendo galas de jolgorio y regocijo, salió airoso a la calle.