La crisis energética en Ecuador evidencia la fragilidad de nuestra dependencia de la energía hidroeléctrica. La sequía, la peor en seis décadas, ha colapsado la capacidad de producción eléctrica, sumiendo al país en apagones que suben y bajan con espacios de hasta catorce horas diarias. Esta situación ha generado una demanda masiva de generadores a diésel, ahora difíciles de encontrar y con precios al alza.
Las largas horas sin luz afectan a negocios y hogares, alterando la vida cotidiana y obligando a los ecuatorianos a invertir en soluciones temporales, como lámparas recargables, cocinas a gas y generadores. A nivel económico, el encarecimiento de estos dispositivos pone en aprietos a quienes dependen de luz para trabajar, mientras que el uso constante, de este último, contribuye a un alarmante aumento de la contaminación del aire en Ibarra y la molestia de quienes a diario circulan por las calles céntricas.