viernes, 13 junio 2025
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IBARRA.- El incandescente sol cobija a todos quienes llegan a la comunidad de Cuajara. Desde la E-10 se observa las humildes casas, la cúpula de la iglesia y parte de la escuela del poblado en donde habitan aproximadamente 500 personas.

Lo apacible de este sector se vio afectado, hace exactamente una semana, cuando hombres encapuchados y armados, llegaron para llevarse su tesoro más preciado, una pesada y única campana, fundida hace más de 300 años.

El hecho ocurrió cinco años después de que se robaron la campana más pequeña de la iglesia. Esta vez los delincuentes llegaron a la casa de la familia Minda, en donde varias personas custodiaban lo que ellos llaman, su ‘patrimonio cultural’.

Lilian Minda es la única persona que tuvo contacto con los antisociales. Eran aproximadamente las 10:30 del jueves pasado y, mientras estaba sola en su casa, observó llegar a un automotor blanco tipo Trooper, que tenía algunos dibujos negros.

“Se estacionó en las gradas, yo estaba cocinando y salí, pensé que era algún visitante. Vi que sacaban algo de detrás del carro y era una carabina. Era un señor puesto ropa del Ejército (uniforme pixelado) y chaleco negro que decía Policía Nacional. Me preguntaron por mi esposo, le dije que era hora de trabajo, que él no estaba y dijeron que querían hacer unas preguntitas, una entrevista”, relató la mujer.

Mientras se frotaba las manos, con aparente nerviosismo, contó que le hicieron sentar en la banca, en el patio de su casa ubicada a pocos metros de la iglesia, y les preguntó a qué se debe su visita, pero no sabían que decirle.

«Enseguida me acorralaron dos tipos encapuchados, entraron como que era la casa de ellos, y llegaron directo al sitio donde estaba la campana. Era bastante pesada, intentaron tres veces robarse y le salvamos, al ver eso le bajaron y guardaron en nuestra casa, aquí sentíamos cuando intentaban llevarse. Dicen que los Jesuitas fundieron aquí la campana con oro, plata y bronce”, agregó Lilian.

La ciudadana dijo que sospechan que es una persona conocida la que planificó el robo, porque sabía exactamente el sitio donde estaba guardada.

“Cuando salieron reaccioné y quise gritar, pero el uno me tapó la boca y el otro me apuntaba. El que tenía la carabina era mestizo, los otros dos estaban bien tapados, solo se les veía los ojos, el uno era afrodescendiente. Entre esos tres mañosos, ladrones, se llevaron la campana. Vinieron de la Fiscalía y Criminalística ese mismo día y cogieron los datos, luego de que puse la denuncia”, concluyó Lilian, quien al igual que todos los moradores de Cuajara, desconocen el costo aproximado del valioso artículo robado.

Existen consternación
Darwin Méndez, morador de la comunidad, mencionó que todos esperan que estas cosas no vuelvan a suscitarse.

«Como la primera campana ya fue sustraída, esta estaba encargada a una familia para evitar otro robo. El nivel de delincuencia ha avanzado tanto, que siendo esta una de las comunidades más tranquilas, ahora se ve afectada por la inseguridad. El dispensario médico, que atiende a las comunidades, también ha sido objeto de robo, esto se ha vuelto un problema recurrente. El valor económico nadie lo conoce, pero la historia dice que estaba hecha de minerales como oro y plata, lo más importante es el valor patrimonial para toda la zona”, señaló el ciudadano.

Piden más seguridad
Merly Viteri es oriunda de este sector y señala que las autoridades poco caso hacen a la seguridad de las comunidades y se centran en la ciudad.

“Nosotros estamos en total abandono. Yo les pedí que nos capaciten para que podamos defendernos, como es posible que se tarden hasta dos horas, una vez hubo hasta disparos y los policías han estado dormidos en el UPC y los ladrones han pasado por sus narices”, comentó.

Merly relató que los uniformados llegaron y averiguaron cuanto cuesta la campana. “Ellos no tenían por qué preguntar eso, sino investigar lo que pasó. Es una neglicencia, es lamentable, pero nunca hicieron nada. La primera vez se llevaron herramientas, usadas por los ladrones cuando intentaron robar la iglesia, pero no dieron razón de a dónde llevaron. Estaban como evidencia dos cartuchos, una carabina y un machete”, comentó Merly asombrada por lo sucedido.

Añoran el pasado
Los pobladores aseguran que antes las campanas estaban colgadas en dos palos, afuera de la iglesia, sin custodia, en medio de la calle. Cuando los niños estaban en la escuela, las campanas replicaban y todos salían. Cuajara siempre fue una comunidad segura, y sus habitantes se cuidaban entre ellos, sin necesidad de la Policía o la atención de las autoridades.

“Cuando se salía a la ciudad se dejaban las casas sin seguridades, con los animales afuera y nunca se perdía nada. Hasta ahora la gente es muy sana, nuestra juventud no tiene vicios. Aquí se dedican a la agricultura, se siembra fréjol, morocho, yuca, camote, pimiento, pepinillo y ají”, dijo una habitante.

¿Cómo era Cuajara?
Los habitanes de este poblado recuerdan como era antes el lugar. Nela Arce tiene 74 años y menciona que su papá ganaba un sucre y cuando ella ya era joven, les pagaban dos.

“Desde que el doctor Luis de la Torre vendió la hacienda a la comunidad, se terminó la esclavitud, nos dejaron el Huasipungo y todo el sector. En ese tiempo éramos muchos habitantes, era muy poblado, ahora ya no hay nada, ahora son como unos 50 niños en la escuela. Yo no he salido de Cuajara, mi única hija migró a Ibarra, pero yo no pienso irme de aquí. Para mí esta tierra es mi madre, yo no la abandonaré, solo después de muerta. Siempre hemos tenido paz y no existe ni contaminación, ni nada que nos robe la tranquilidad, a excepción de esta delincuencia”, aseguró Nela.

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