Tablados con bancas de madera y levantados a unos cuatro metros del piso sirven como tribuna para mestizos, afros e indígenas. El lugar seleccionado es la plaza de toros populares improvisada, que se elevó en El Chota y en Caranqui por sus fiestas. Y será la misma, que se levantará este fin de semana, en el barrio Santiaguillo al sur de Otavalo. Y se repetirá el escenario cuando haya fiestas, en cualquier parroquia, no solo de Imbabura sino del país.
Los Toros Populares son una tradición que se niega a morir. “Sin Toros Populares no hay fiesta. Con él la adrenalina sube a la cabeza, uno se siente rebelde, con ñeque y busca ganar la colcha (premio por torear bien)”, comenta Miguel López, un aficionado al toreo, que saltó a la “arena” durante la celebración realizada en el Chota.
Es domingo en la tarde y una banda de pueblo anima la fiesta con destempladas melodías. Con el pasar de los minutos, el ambiente crece y de esa adrenalina que posee López, es contagiada a un grupo de catorce personas, quienes buscan robarse los aplausos de los asistentes. El escenario es en el Chota, pero el mismo guion con otros personajes se replica en las parroquias y pueblos de Imbabura, Carchi y el norte del país.
Esta tradicional fiesta, según Humberto Jácome, historiador y aficionado taurino, nació a finales del siglo XV, cuando los indígenas aprendían a manejar el ganado bravo que los españoles introdujeron en nuestras tierras. “En los páramos, rodeados de estos grandes animales, los indígenas aprendieron a sortear las embestidas de un lado a otro; se volvieron expertos. Ese fue el toreo primitivo”, asegura Jácome.
En las fiestas parroquiales es tradición disfrutar de los toros de pueblos, una tradición que se conserva de generación en generación. “La sensación cuando estás al frente del toro es algo que no se puede explicar. Es apasionante, miedoso y divertido”, comenta Daniel Torres, aficionado a esta actividad.
El joven no gana un centavo por hacerlo, pero en ese tiempo se ha metido al bolsillo miles de aplausos, besos volados, cientos de amigos e increíbles historias que contar.
En esta fiesta popular el espectáculo no lo brinda el torero de paso elegante, de traje de luces y sonrisa coqueta que arranca gritos entre las mujeres, sino los valientes aficionados que saltan al ruedo por ganarse una colcha que es para ellos como el máximo premio de esta categoría. Los toros de pueblo son un evento central en las fiestas de parroquias rurales en Imbabura.