Quien hoy es León XIV, primer pontífice agustino de la historia, recorrió Ecuador con una sencillez que anticipaba su destino. Robert Prevost no era entonces más que el prior de su orden, pero ya mostraba la esencia que ahora lo eleva. Aquel recorrido por Quito, Guayaquil y ciudades más pequeñas como Ibarra revela mucho de su carácter. En Ibarra, lejos de las comodidades vaticanas, se sumergió en programas para rescatar jóvenes de pandillas, llevando esperanza a quienes más lo necesitaban.¿Quién imaginaría que ese religioso que aceptó viajar en “un jeep viejo, lleno de polvo y con huecos” para acompañar misas en Chone sería hoy el líder de la Iglesia Católica? “Te acompaño. Vamos”, respondió sin dudar ante las advertencias sobre el estado del vehículo.
Esta anécdota ecuatoriana ilumina la personalidad de un Papa que conoce Latinoamérica más allá de las grandes ciudades, que ha experimentado cada realidad como suya.