El 30S es una palabra que se ha quedado grabada en el conciente de muchos ecuatorianos por su connotación política. Un día en donde el país se tornó caótico al borde de un enfrentamiento entre policías y militares. Cinco años después los indígenas amazónicos llegaron a Quito, en un intento de paro nacional, aupados por la derecha en rechazo a proyectos de ley sobre herencias y plusvalia. Luego llegaron los paros de 2019 y 2022, en contra del alza de combustibles y el tema de los subsidios. Ecuador vive en crisis perpetua. Cada gobierno enfrenta protestas violentas, cada conflicto deja muertos, cada negociación llega tarde. Esta inestabilidad constante no solo genera caos: fabrica enemigos, divide un país en bandos irreconciliables, donde el otro no es compatriota sino adversario. El resultado: un miedo generalizado que paraliza inversiones, futuro y esperanzas. Una generación crece viendo la política como guerra, no como diálogo.