En lo que va del año 2024, la provincia de Imbabura ha sido testigo de un alarmante incremento en la tasa de accidentes de tránsito, reflejando una preocupante realidad que debe llevarnos a una profunda reflexión sobre nuestra responsabilidad como conductores y peatones. Según datos recopilados por la Mancomunidad de Tránsito del Norte (Movidelnor), en 2023 se reportaron 2.343 accidentes de tránsito, lo que representó un aumento del 6% en comparación con el año anterior. Estos siniestros dejaron un saldo de 45 personas fallecidas y 237 heridos, lo que pone en evidencia la gravedad del problema en esta región.
Uno de los aspectos más inquietantes de esta situación es que el exceso de velocidad y el irrespeto a las señales de tránsito continúan siendo las principales causas de estos accidentes mortales. Este comportamiento imprudente ha cobrado la vida de aproximadamente 25 personas en 2024, mientras que el irrespeto a las normativas viales ha resultado en 15 muertes o más. La situación se agrava aún más con el hecho de que los accidentes relacionados con motocicletas están en aumento en lo que va del año.
La necesidad de crear conciencia sobre la seguridad vial no es solo un asunto de regulación o control, sino una cuestión de respeto por la vida humana. Cada vez que un conductor decide ignorar una señal de tránsito, acelerar más allá de los límites permitidos, o manejar sin la precaución necesaria, no solo pone en riesgo su propia vida, sino también la de otros usuarios de la vía. Un ejemplo reciente de esta trágica realidad ocurrió en abril de 2024 en Urcuquí, donde un accidente de tránsito resultó en la muerte de tres personas y dejó a una más gravemente herida. Este tipo de incidentes, que se repiten con una frecuencia alarmante, deberían servir como un recordatorio constante de lo frágil que es la vida cuando se está al volante.
La seguridad vial no puede quedarse solo en estadísticas o en el análisis de las causas de los accidentes. Debe traducirse en un cambio de actitud, en una mayor responsabilidad individual y colectiva. Es imperativo que cada uno de nosotros internalice que respetar las leyes de tránsito no es solo una obligación legal, sino un acto de empatía y de cuidado hacia los demás.
En Imbabura, las autoridades están haciendo un esfuerzo por reforzar los controles, pero estos esfuerzos serán en vano si no hay un compromiso real por parte de la ciudadanía. La seguridad vial es responsabilidad de todos, y solo a través de un cambio cultural profundo podremos reducir la cantidad de tragedias en nuestras carreteras. La vida de cada uno de nosotros depende de ello, y es tiempo de actuar con la seriedad que este problema merece.