En la parroquia de Alpachaca, el sonido del carrizo cobra vida en las manos de Don Carlos Gonzalo Endara Solórzano, un imbabureño cuya historia vibra entre la docencia, la música y la creación artesanal.
Con una sonrisa serena, este exrector de seis planteles educativos recuerda su paso por las aulas de Imbabura, donde durante más 45 años enseñó física y matemática, además de servir a la patria en las Fuerzas Armadas. Hoy, ya jubilado, ha transformado su pasión en arte, una colección de más de 120 instrumentos musicales hechos a mano.
Legado sonoro
Su familia es parte fundamental de este legado sonoro. Don Carlos confiesa que la música siempre ha sido su idioma más sincero, no solo mantiene viva su mente, sino también su espíritu creador.