El Museo Viviente Otavalango recibió un reconocimiento al mérito cultural por parte de la Asamblea Nacional, destacando su trabajo en la preservación de la memoria histórica del pueblo Kichwa Otavalo.
En la antigua fábrica San Pedro, que data de 1821 y es parte del patrimonio tangible e intangible del Ecuador, la historia, costumbres y tradiciones kichwas se cuentan de una forma diferente, de la mano de guías nativos de las comunidades.
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Una historia de dos siglos
Luzmila Zambrano, coordinadora general del museo, recibió la condecoración Vicente Rocafuerte en el Pleno por el trabajo cultural que ella junto a veinte familias comenzaron hace 14 años no solo para mostrar su historia, sino también para rescatar un espacio simbólico que fue abandonado.
En 1821, el lugar era conocido como la Quinta de San Pedro, donde los ancestros trabajaban en obrajes, tejiendo calluas. “Se dice que nuestros tejidos fueron enviados a la Corona española”, contó Zambrano.
Luego de ello, desde 1858, hasta 1999, funcionó como la fábrica San Pedro, donde muchos de los trabajadores eran de comunidades como Azama, Cotama, Guanansi y se dedicaban a la fabricación de cobijas.
Continuación de la historia
“Al ser abandonado este lugar, en el año 2011, con este grupo de compañeros nos arriesgamos y apostamos a comprarlo”, explicó Zambrano.
Más de una década después, continúan relatando de primera mano y con su propia voz las costumbres, tradiciones y ceremonias del pueblo Kichwa Otavalo y la historia de la fábrica.
“Para nosotros es historia, es patrimonio; realmente, ahí pasaron cosas muy duras con nuestros antecesores, nuestras abuelas, nuestros abuelos”, expresó.
René Zambrano, presidente del Museo Viviente Otavalango, fue uno de los trabajadores de la fábrica, y junto a otros compañeros que se dedican a distintos oficios, muestran de forma “viva” aspectos culturales, artísticos y agrícolas.
El reconocimiento
Luzmila Zambrano indicó que recibieron la notificación por parte de la Asamblea para otorgarles la condecoración que significa para todos los miembros del equipo un impulso para seguir mejorando y aprendiendo más acerca de los saberes ancestrales. “Es momento de una reflexión de que somos un pueblo vivo”, finalizó.