En una ciudad, donde el ruido de las teclas y el brillo de las pantallas parecían consumirlo todo, una figura clave se mantiene firme contra el avance implacable de la tecnología.
Elena Teanga, una bibliotecaria con 34 años de dedicación a su oficio, se resiste a que la era digital borre la esencia de los libros impresos y la magia de las bibliotecas tradicionales.
Los primeros años
Elena comenzó su carrera en una época en la que las bibliotecas eran los templos del conocimiento. Empezó a trabajar en las Bibliotecas Populares, que eran parte del Sistema Nacional, en aquella época, su primer lugar de trabajo fue la parroquia San José de Quichinche. “Entré a trabajar en 1989 en la alcaldía de Ángel Escobar, eran tiempos muy bonitos. Las bibliotecas pasaban abarrotadas de estudiantes”, aseguró Elena quien en aquella época era la promotora.
Cada libro tiene una historia, no solo en sus páginas, sino en las manos que lo han sostenido. Los años pasaron y con ellos llegaron las computadoras, los catálogos en línea y los e-books.
Muchos de sus colegas se adaptaron rápidamente, abrazando las nuevas tecnologías que prometían facilitar el acceso a la información.
Pero Elena siempre sintió que algo se perdía en el proceso. “No es solo información lo que buscamos en un libro.
Es la experiencia de sostenerlo, de perderse en sus páginas, de encontrar notas al margen de alguien que lo leyó antes que tú”, explica.
Los primeros años
Elena no se oponía al progreso, pero abogaba por una convivencia armoniosa entre lo nuevo y lo antiguo. En su biblioteca, los computadores conviven con estanterías repletas de volúmenes de todas las épocas. Ella, organiza actividades de encuadernación, lecturas en voz alta y clubes de lectura, convencida de que estos eventos mantien viva la pasión por la lectura en su forma más pura. Este trabajo le hace muy feliz.