Personas van y vienen todos los días por las calles de Otavalo, atravesándolas para dirigirse a distintos lugares, pero quien se fija con detenimiento notará que la ciudad ha ido perdiendo poco a poco esas estructuras patrimoniales y que en su lugar, se han levantado edificios modernos, fragilizando la memoria de una ciudad.
El problema es que, con la pérdida de la infraestructura patrimonial, un día no se sabrá cómo fue el Otavalo de la antigüedad.
Las tejas y los ladrillos no solo eran materiales con los que se construían no solo casas, simbolizan, también, una parte de la historia de un pueblo donde este proceso involucraba a toda la comunidad. Sin embargo, pocas de estas casas quedan en Otavalo.
Diario EL NORTE emprendió una investigación para conocer el estado de los bienes materiales patrimoniales de Otavalo.
Cómo era Otavalo en el siglo XX
El Instituto Otavaleño de Antropología ha emprendido una investigación en la que buscan identificar, mediante la única imagen aérea del siglo XX de Otavalo, a los propietarios de ciertos lugares del centro antiguo y los negocios de la época. Aproximadamente han identificado esta área se comprendía por 17 manzanas.
“Si este es el Otavalo de 1960, había construcciones que eran muy interesantes e importantes”. subrayó Diego
Rodríguez, investigador y antropólogo.
Algunos de los sitios que diario EL NORTE pudo observar que se encuentran en la imagen son la Plaza de Ponchos, que en esos tiempos era una cancha de tierra. Es también en este punto donde las casas patrimoniales que estaban en derredor se han perdido, y solo queda la ahora conocida como ‘Casa del Turismo’; además, se observa la iglesia San Luis, una de las más importantes de la ciudad; así también, a los portales, que solo conservan su fachada, y molinos que hoy ya no existen.
Otros de los edificios que son antiguos, pero no se consideran patrimonio, son el hospital San Luis y la Cruz Roja de Otavalo, que para Rodríguez, deberían ser patrimoniales, no solo por su antigüedad, sino que, en el caso del hospital, por la historia de su creación, gracias a un grupo de mujeres.
La antigua fábrica de bebidas y gaseosas, ubicada cerca de la piscina El Neptuno, es uno de los edificios que aparece en la toma aérea que se perdieron. Además, esta última es una de las construcciones más importantes, que data de los años 20, y fue construida por el otavaleño, Luis Garzón Prado, quien también es el autor del reloj de la iglesia principal de Otavalo.
Patricio Pérez, ex director de diario EL NORTE, recuerda que en “el sector sur del tradicional barrio San Juan, al inicio de la vía que conduce a Quichinche, a pocos metros de Las Lagartijas se ubicaba la que conocían como piscina de agua amarilla, un sitio de atracción para los niños y adolescentes de aquellas épocas pasadas”. Otavalo – comentó Pérez -siempre se caracterizó por tener bonitos lugares de esparcimiento que se han perdido con el tiempo y la desidia de autoridades miopes que no dieron valor a sitios emblemáticos.
Aparte de la pérdida de la piscina de agua amarilla, también se perdieron las piscinas de Yanayacu, y la Fuente de la Salud.
La escritora otavaleña Dorys Rueda mencionó que con nostalgia, recuerda las antiguas casas que rodeaban el parque Bolívar, con sus balcones y detalles únicos. Hoy, aún admira las edificaciones que permanecen alrededor de la antigua Plaza 24 de Mayo, como testigos silenciosos de un pasado glorioso que sigue siendo parte fundamental de la identidad y que, además, juegan un papel crucial en la preservación del carácter distintivo de Otavalo.
Política patrimonial
Lola Jiménez, directora de Planificación y Ordenamiento Territorial de GAD Municipal de Otavalo comentó que el último inventario hecho en Otavalo de bienes patrimoniales fue en 2012, en el que el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural identificó 417 bienes inmuebles patrimoniales.
A 12 años de haberse realizado, Jiménez manifestó que están en proceso de actualizarlo y que “hay edificaciones que parecerían que no son patrimoniales, y otras que sí lo son y no aparecen en el inventario”.
En cuatro meses estaría listo, y el resultado de esto es generar una ordenanza que precisamente regule este tema. Hoy, en la segunda década del siglo XXI, no se puede conocer con exactitud la pérdida del patrimonio debido a que no se ha hecho un inventario de lo que hubo antes.