Abdalá Bucaram Ortiz, el expresidente que marcó con su estilo a una nación, enfrenta ahora una de sus batallas más críticas: la de su salud. Su vida política estuvo marcada por el escándalo, un golpe de estado, el populismo y el exilio. Desde su fugaz presidencia en 1996-1997, truncada por su destitución bajo el insólito argumento de “incapacidad mental”, su figura se ha mantenido en la memoria colectiva como un símbolo de lo impredecible en la política ecuatoriana. Su vida en Panamá, sus continuos arrebatos de ira, insultos y hasta vínculos de corrupción en la salud, reflejaron el vaivén de un líder que, entre idas y retornos, nunca dejó de generar controversia. Hoy, en medio de una frágil condición de salud, su historia invita a una reflexión más humana. Más allá de la polémica, Bucaram encarna los excesos y las contradicciones de un país que sigue debatiéndose entre la memoria y el olvido, entre la justicia y la nostalgia de un liderazgo.