En tiempos de elecciones, la polarización se vuelve la norma. Se nos empuja a votar no por convicción, sino por rechazo al otro. Esta dinámica empobrece la democracia, anulando el debate y la capacidad de reflexión. Un voto nacido del odio no construye, solo castiga.
Cuando elegimos motivados por la venganza o el miedo, renunciamos a la evaluación crítica de propuestas y capacidades. La política deja de ser un espacio de ideas y se convierte en un campo de batalla emocional. Así, quienes deberían gobernar con visión terminan siendo elegidos solo para derrotar a un adversario, no para servir a la ciudadanía. 05Es momento de romper con esta lógica destructiva. La democracia se fortalece con el análisis, la autocrítica y el compromiso con el bien común. No se trata de elegir entre enemigos, sino entre proyectos de país. Votar con responsabilidad es el primer paso para cambiar la política.