Si alguien busca aventura, calidez humana y buena comida, San Miguel de Los Bancos se presenta como el destino ideal. Este cantón, ubicado al noroccidente de Pichincha, se considera un paraíso terrenal que invita a la exploración.
Con una temperatura que oscila entre los 16 y 22 grados centígrados, se convierte en una localidad perfecta para vacacionar en compañía de amigos y familiares. Las opciones para maravillarse son varias.
Más que un destino
Arribar hasta San Miguel de Los Bancos es simple porque está a solo 94 kilómetros de la ciudad de Quito por la vía E28. Un trayecto afable y lleno de vegetación, que comienza a mostrar las características de un territorio marcado por el Chocó Andino.
“Es un lugar bendecido, que contempla una gran variedad de flora y fauna. Nos caracterizamos por hombres y mujeres dedicados a la agricultura y ganadería. Recientemente, ha despuntado el sector turístico como un potencial”, expresó Luis Suqui, alcalde del cantón.
El Mirador Río Blanco es un claro ejemplo de turismo sostenible, que ofrece una vista panorámica impresionante del afluente hídrico que le da nombre. Este atractivo, que nació hace 24 años por un emprendimiento, cuenta con un restaurante donde se combinan los sabores de la Sierra y la Costa.
Además, el espacio se enriquece con un bosque secundario atravesado por senderos, y principalmente por un puente colgante, que genera una experiencia emocionante y llena de adrenalina al cruzar cada peldaño.
Otra escena de esta magnitud natural se la encuentra en la Cascada del Amor, que está a 6 kilómetros de la cabecera cantonal. Esta caída de aguas cristalinas tiene una historia particular en su denominación.
De acuerdo con relatos de los moradores, la cascada lleva este nombre porque las parejas se daban sus “escapaditas románticas”, pero sobre todo porque el 14 de febrero es la fecha de cantonización de San Miguel de Los Bancos.
Lugares sorprendentes
La aventura sigue, porque los parajes llenos de naturaleza son constantes e ideales para las excursiones, que dejan fotografías inolvidables. Este es el caso del El Cortijo Bambusa, que tiene siete cascadas en sus alrededores.
Roberto Mosquera, guía de la reserva, dijo que el senderismo, las hacamas sobre cascadas, el columpio del Chocó Andino, el avistamiento de aves y camping son los servicios que están disponibles para todo intrépido, o familias que busca un momento digno de recordar.
Asimismo, una de las paradas imperdibles es la parroquia de Mindo, un sitio espectacular para la observación de diferentes de aves, orquídeas y mariposas. Existen caminos ecológicos, y por sus cercanías se vislumbran un conjunto de cascadas, montañas, y sitios de pesca.
La parroquia es catalogada como una zona insuperable para la observación de aves, por la gran variedad de especies que habitan, por eso la organización internacional de aves Birdlife Internacional, le nombró como Área Importante de Aves en 1997, siendo la primera de esta naturaleza en toda Latinoamérica.
En los últimos años, se ha consolidado como un referente del turismo nacional. Incluso, la oferta gastronómica y hotelera se acopló a los diferentes gustos. Es normal encontrar hospedajes con miradores de aves, o habitaciones estilo casa de árbol, que destapan el interés de los visitantes.
“Fortalecemos el tema de preservación y turismo, que un buen manejo atrae divisas y desarrolla a los pueblos. Se puede ver una cantidad de alojamientos con buenos servicios, además de una gastronomía de muy buena calidad. Entonces, Mindo se ha desarrollado más que un lugar ganadero y agrícola”, indicó Ramiro López, gerente de la Hostería El Carmelo.
Anécdota del nombre
El cantón también esconde historias. Una de ella es su origen, que se trasmite entre los lugareños y turistas. Una de las versiones explica que se llamó de Los Bancos, porque en ese lugar se encontraban troncos virados. Los habitantes de sectores aledaños hacían sus reuniones en ese lugar y utilizaban los “bancos” para sentarse, así como los viajeros que descansaban.
De igual manera, relatan que fue el mismo Pedro Vicente Maldonado quien en sus continuos viajes a Esmeraldas le denominó al sector como “los tucos”. El padre Bernabé de la Raúl bautizó finalmente al sector como se lo conoce San Miguel de Los Bancos.