Frente al despacho parroquial de Caranqui se ubica el pequeño local de bisutería religiosa de Yolanda Valencia, de 65 años de edad. Cualquiera que camine por esa calle de trayecto inclinado la encontrará ahí.
Ella estará sentada detrás de una especie de mostrador, con la mirada baja, pero atenta, mientras termina de crear con sus propias manos un nuevo rosario, denario o pulsera. Una actividad que ha captado su tiempo y, en especial, reforzado su devoción católica.
Lo hace por devoción
Hace cuatro años se jubiló como docente. Una vocación que le dio muchas alegrías, y que sigue presente porque es catequista. Ya en este espacio vio “la devoción a la Santísima Virgen y lo primordial que era rezar”, cuenta con una sonrisa.
Entonces, se interesó por los rosarios y, como un acto de fe personal, aprendió a idearlos. Fueron dos años de práctica, que ahora dan resultados. “Yo me dije que no haré los tradicionales rosarios, sino diferentes con motivos alegres”.
Yolanda se dedica a diario al trabajo de la bisutería religiosa. En sus momentos libres, revisa sus materiales y herramientas: se pone manos a las obras. Comenta que en la creación de un rosario con nudo franciscano se tarda una hora.
“En el que me tardó más tiempo, es aquel que se trabaja con alambre. En estos modelos me tardo entre dos y tres horas. Se me vienen las ideas. Porque mi lema no es adquirir una ganancia, sino difundir la devoción”.
Mantener su servicio
Yolanda encontró en estos elementos religiosos una forma de permanecer en servicio, de continuar enseñando sin pizarras ni cuadernos. Su voz suave y su mirada concentrada son parte del paisaje espiritual de Caranqui. Mientras el mundo avanza con su prisa habitual, ella permanece sentada, en su esquina de fe, hilando cuentas como quien teje oraciones.