La historia del cine ecuatoriano marca un capítulo con buenos resultados en el tema de archivo fílmico, aunque las películas de ficción no eran el fuerte del país, la riqueza en imágenes sobrepasaba todo lo esperado, como lo afirma el cineasta quiteño Rubén Enríquez, investigador fílmico.
“Pasaron los años cuarenta, siendo una sumatoria de películas del género documental, con primeros planos de paisajes y lugares recónditos, la mayoría filmadas en toda la geografía del país”, explicó el cineasta.
Estas películas documentales, entre los años 40 y 60 tenían un solo cineasta Rolf Blomberg, quien dejó a la Cinemateca un legado de alrededor de una decena de cintas, de las últimas -según la investigadora Wilma Granda- se exhibieron en el teatro Pichincha.
De estas, se detalla una película sobre Galápagos, del Oriente ecuatoriano, de los sombreros de Montecristi, las exploraciones petroleras, Quito y su progreso y quizá una de las más interesantes: ‘Imbabura, la región más bella del Ecuador’.
Además de Blomberg, director sueco, nacido en 1912 y que fuera explorador, naturalista, escritor, fotógrafo y cineasta, hubo otros productores y realizadores que dejaron huella en la filmografía nacional. Granda cita a Gabriel Tramontana, Agustín Cuesta, y el boliviano Jorge Ruiz.
Ya en 1956, en la capital de la República nace el primer club de cine de la historia. Se trataba del Cine Club Quito, filial de la entonces Casa de la Cultura (Actualmente Casa de las Culturas) y que proyectó la cinta ‘Todos somos asesinos’ de Andre Cayatte. El fundador de este espacio fue el escritor Jorge Enrique Adoum.
Dos años después, en el Teatro Universitario de la U. Central del Ecuador, se organiza por primera vez un ciclo de cine socialista en el Festival Sovcolor.
En 1964, aparece otro grupo de cineastas que fundan el Cine Club Cultural entre ellos: Moisés Montalvo, Fernando Tinajero, Ulises Estrella, Claudio Mena y Alfonso Murriagui.
Estas iniciativas serían el punto de partida para un despegue del cine nacional, pero fue un director español, de nombre Alberto Borges realiza en Guayaquil una de las primeras películas de ficción de finales de los 60. ‘La historia de un payaso’, rodada en 16 m.m.
Los 70 estaban cerca y estas producciones marcarían otro escalón más hacia la producción cinematográfica nacional. Dos películas rodadas por cineastas locales y extranjeros marcaría este comienzo.
‘Cautiva de la Selva’ (1968) de Pablo Ulloa y Carlos Espinoza; ‘Alfredo el chico betunero de Guayaquil’ de Blomberg; ‘El Cristo de nuestras Angustias’, de Alberto Borges; y ‘Otavalo Tierra Mía’, del colombiano Gustavo Nieto.
Finalmente, en 1969 se consolida el proyecto de la primera revista especializada del séptimo arte. Su nombre, ‘Cine Club Universitario’ que fue escrita por Ulises Estrella, Iván Carvajal, Alfredo Breilh y Fausto Jaramillo.