La Fiesta Grande en honor a San Juan deleitó a propios y extraños. La edición 74 de esta celebración contó con alrededor de unas 300 personas de varias partes de Otavalo que como cada año se reúnen para cumplir con esta devoción. La Gruta del Socavón, en el barrio Monserrath, fue el punto de partida de los devotos, quienes desplegaron lo mejor de su fe. Al ritmo de coplas y música andina, el colorido desfile se puso en marcha, recorriendo varias calles hasta su primera parada en la Iglesia El Jordán para la celebración de la eucaristía. Alta vibración El fuerte solazo no fue obstáculo para la vitalidad y el entusiasmo de los participantes, quienes continuaron su recorrido festivo por las principales calles de la ciudad. Desde la calle Abdón Calderón, llegando hasta la calle Bolívar, luego pasando por el Pretil Municipal hasta la Plaza Cívica. Luego de varios minutos, todos los danzantes que en ese punto bordeaban los 400 se dirigieron hasta la calle 31 de Octubre. “Es una tradición que mantenemos viva. En este caso le tocó a la familia Sasi-Andrade”, recuerda Luis Torres, uno de los participantes, de la fiesta religiosa.

Energía total Cada uno de los danzantes irradiaba una energía contagiosa, recibiendo el aplauso y el canto de los espectadores que se agolpaban a lo largo del trayecto. El punto culminante del desfile llegó con el arribo al Redondel de Los Danzantes, donde se culminó la primera parte de la celebración. Entre intercambios de sonrisas y abrazos, la atmósfera se impregnó de un sentido de unidad y pertenencia que caracteriza a esta celebración ancestral. Con un nuevo giro y con las ganas de seguir bailando, los participantes dirigieron sus pasos la Casa de eventos Sasi, en la parroquia de Iluman, donde se llegó a su punto máximo. Así, entre danzas, cánticos y un arraigado espíritu familiar, la Fiesta Grande de San Juan, no solo renovó su compromiso con las raíces culturales, sino que también dejó una profunda huella de alegría y camaradería en todos los corazones presentes.