El bullicio habitual de Ibarra parece quedarse atrás al entrar en un pequeño espacio entre las calles Mariano Acosta y Luis Felipe Borja. Allí, en un segundo piso con tableros de ajedrez y relojes cuidadosamente alineados, transcurre algo más que una simple clase. Es un proyecto que nació de una casualidad y que ahora, seis meses después, el club de ajedrez forja a futuros talentos de las 64 casillas.
Pasión: origen por el azar
La pasión de los hermanos Joaquín, Juan José y María Gracia Jaramillo por el ajedrez no surgió como un plan deliberado. Fue en el año 2016, cuando su padre, Fredy Jaramillo, decidió inscribirlos en actividades para unas vacaciones en Ibarra, tras mudarse desde Quito. “Todo estaba lleno, solo quedaba ajedrez”, recuerda Fredy.
Los tres hermanos encontraron en las 64 casillas más que un pasatiempo. Según los entrenadores, poseían un talento innato que pronto se vio reflejado en competencias interescolares y provinciales. “Fue la primera vez que el Colegio Álamos ganó un torneo de ajedrez”, cuenta con orgullo Fredy.
Los años de entrenamiento ininterrumpido se vieron “opacados” por la falta de entrenadores y el desinterés institucional. Y luego llegó la pandemia. Sin embargo, la familia encontró una nueva manera de mantener vivo este deporte.
En las aulas
“Un día, Joaquín me dijo: ‘Papi, quiero trabajar un poco’. Y yo le respondí: ‘Trabaja en lo que sabes, en lo que has aprendido’”, relata Fredy. Así nació el club, un emprendimiento familiar que ahora cuenta con 14 alumnos de entre 7 y 13 años.
La dinámica de las clases es clara y efectiva: teoría durante los primeros 30 minutos, seguida de práctica en el tablero. “No podemos hacer que los pequeños se aburran”, explica Joaquín, de 17 años, quien junto a su hermano menor Juan José, de 15 años, imparte las lecciones. Con la paciencia que el ajedrez les enseñó, los hermanos guían a sus alumnos desde los movimientos básicos hasta las aperturas más estratégicas.
Aporte
Aunque Joaquín y Juan José dedican gran parte de su tiempo a la natación, deporte en el que destacan a nivel provincial, y han logrado varias medallas, su compromiso con el ajedrez sigue intacto. “Es nuestra forma de devolver algo de lo que el ajedrez nos dio. Queremos que los niños que entren aquí sientan esa misma pasión”, dice Joaquín.