El Domingo de Resurrección marca el final de la Semana Santa, ese tiempo sagrado que ha moldeado la historia y tradición de numerosos pueblos durante siglos. Este día, brillante en su significado, no solo conmemora la victoria sobre la muerte según la fe cristiana, sino que también nos invita a una profunda renovación espiritual que todos anhelamos. Las campanas que repican anunciando la Resurrección traen consigo el eco de generaciones anteriores que celebraron este momento con devoción inquebrantable. Procesiones, vestimentas moradas y el encuentro gozoso con la imagen de Cristo resucitado forman parte del rico tapiz cultural que hemos heredado. Es fascinante observar cómo las costumbres familiares entrelazan lo divino, con lo cotidiano. Cómo crece el turismo, la esperanza, el comercio local, en tiempos de incertidumbre, tiene que ser la señal de un nuevo comienzo. Qué no pase de la simple novelería.