La alternancia en el poder es esencial para la salud de cualquier democracia. La permanencia prolongada de un líder o partido puede derivar en corrupción, abuso de poder y estancamiento económico y social. En varios países, como Rusia y Nicaragua, observamos cómo líderes perpetuos manipulan sistemas electorales para mantenerse en el poder, erosionando la confianza pública y debilitando las instituciones democráticas.
La alternancia permite la renovación de ideas y políticas, reflejando mejor la voluntad y necesidades cambiantes de la ciudadanía. Además, facilita la rendición de cuentas, ya que los nuevos gobiernos suelen investigar y corregir las irregularidades de sus predecesores. Los ejemplos de democracias sólidas, como las de países nórdicos, muestran cómo la alternancia propicia la transparencia, la innovación y el desarrollo sostenible.
Por eso es imperativo que los ciudadanos y las instituciones defiendan la alternancia.