El silencio electoral debería ser un respiro para la democracia, un momento de reflexión antes de acudir a las urnas. Sin embargo, en América Latina, su interpretación varía según el contexto político. En Ecuador, donde la polarización entre dos tendencias domina el debate, esta pausa se convierte en una tregua ilusoria. Las redes sociales y la desinformación han desdibujado los límites del silencio electoral. Aunque la normativa, poco clara, intenta regular la parte digital, los actores políticos aprovechan este ecosistema para difundir ‘fake news’ y discursos tendenciosos hasta el último minuto. Esto distorsiona el derecho ciudadano a un voto informado y consciente.
Más que una restricción formal, el silencio electoral debería ser una oportunidad para promover la responsabilidad política y mediática. Sin un compromiso real contra la desinformación, esta pausa se convierte en otro campo de batalla que se debe resolver.